LA INEFICACIA DE LOS PURITANOS CERTIFICADOS
- Luis Fernando Guzmán Sámano
- 19 nov
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Lic. Luis Fernando Guzmán Sámano
En los denominados empleos “de confianza”, cuando el trabajador deja de ser de fiar para el patrón, la relación laboral es susceptible de concluir sin ninguna discusión ni reclamo para el contratador.
Para la contratación de empleados que desempeñarán cargos públicos en las áreas de seguridad, procuración e impartición de justicia, se parte del principio de la mala fe, pues se aplican pruebas de confianza, las que se practican a las personas, precisamente porque, en primera instancia, éstas no son de fiar.
El examen de control y confianza consta de cuatro partes. La primera es el examen médico, en el cual se revisan ojos, dientes, huesos, corazón, genitales, y se practican estudios químicos-sanguíneos para determinar índices de azúcar, colesterol, triglicéridos, enfermedades venéreas, consumo de drogas, etc.
En la segunda etapa del examen se atienden aspectos socioeconómicos. En ésta se abordan cuestiones relativas a los ingresos económicos de la persona, la forma en que distribuye su dinero, el número de hijos que tiene, si el o la cónyuge cuentan con algún ingreso pecuniario, el que -en su caso- habrá de sumarse al del examinado, quien además explicará si cuenta o no con propiedades inmuebles, el número de vehículos de los que se es dueño, la clase y marca de ropa que suele vestir, etc.
En otra de las fases del examen de control y confianza se indaga sobre el aspecto psicológico de la persona. Aquí, el instrumento valuador es una entrevista en la que se cuestiona al evaluado sobre aspectos familiares, fidelidad, existencia de hijos fuera del matrimonio, si en la infancia gustaba de matar animales, etc. En esta etapa, también se aplican baterías que consisten en dibujar objetos relacionados con la vida doméstica.
Finalmente, en ocasión de la cuarta prueba, los aspirantes a empleados públicos o los trabajadores en activo, deben someterse al polígrafo. Este mecanismo evaluatorio inicia con una entrevista en la que se formulan interrogantes como si se tiene alguna relación con el crimen organizado, si se perciben emolumentos provenientes de actividades ilícitas, si se consume o se ha consumido alguna droga, si ha robado alguna vez y si el carácter del interrogado es o no irascible. Posteriormente el examinado deberá conectarse a un equipo que registra movimientos abruptos, presión arterial, latidos cardiacos, ventilación, ello mientras se formulan interrogantes, una de las cuales se debe responder con falsedad, de manera consciente.
Para someterse al examen de control y confianza hay que formarse en filas infinitas por fuera de las instalaciones de la SEIDO o de la SSPF, en las que personal uniformado y armado canaliza con disciplina militar a las personas.
Se checan todo tipo de antecedentes antes de ingresar a la presentación de los exámenes, los que duran, en el mejor de los casos, dos días, de las cuatro de la madrugada hasta las seis de la tarde.
En los sustentantes se aprecia miedo. Temor a no aprobar la evaluación, a no conseguir el empleo o a ser separado de él.
Pero toda esta parafernalia es un mero montaje. El ser humano es tan complejo que no se puede determinar su grado de confianza o aptitud con un simple examen. La experiencia dicta que no obstante acreditar un examen, los aprobado actuarán con arrojo y valentía, por ejemplo, al momento de un enfrentamiento. En circunstancias como éstas, muchos de los certificados descubren que eso no es lo suyo.
Todo esto se podría simplificar. Si lo que se intenta lograr es que los policías y funcionarios no se vinculen con la delincuencia -organizada o común- lo prudente sería fiscalizar sus ingresos y su forma de vida. Esto sentía un excelente control.
Ahora, por qué no se practica este tipo de exámenes al Presidente de la República, a los senadores y diputados, a los ediles, magistrados, jueces, militares etc.
Con tanto puritano en las áreas estratégicas del Estado se corre el grave riesgo de ser ineficiente para las funciones de seguridad, procuración e impartición de justicia. Se es susceptible de caer en la impericia y acabar moviéndose entre delincuentes sin percatarse de ello. Dígalo si no el comisionado Alfredo Castillo, quien no se percató oportunamente y por varios días de la presencia del cuerpo sin vida de la niña Paulet que yacía inerte entre el colchón y las cobijas en su recamara y quien -en otra de las suyas- se reunió con El Abuelo y dijo no haberse dado cuenta.
¡Ah!… sólo una pregunta. Bajo qué argumento podremos rescindir ahora una relación laboral con aquellos que ya han sido certificados como puritanos, pero que su actividad del día a día es ineficiente.

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